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Un Mono es una de las pocas formas de vida conocidas capaces de metabolizar el café a palabras. Al menos con tal eficiencia. Le teme al soponcio, pero más le teme a encontrar habas en su plato. Si usted se encuentra con él, no le hable, podría darle pie a hacerlo él también.

viernes, 7 de abril de 2006

Soponciantis innobilisque ritae

Dentro del tenebroso salón, de paredes enmohecidas y polvoriento suelo, un Mono se prepara para realizar uno de los terribles ritos que ha aprendido al investigar más allá de lo que la cordura permite.
Se arrodilla, entrecierra sus ojos, y comienza su letanía. Canta la canción del Fuego que sale, para animarse.
Luego, con su mente preparada, entona el cántico hereje de Aaaah-sí, no má', prohibido y perseguido por la Inquisición de la FPF.
Siguiendo las antiguas reglas, toma el cuenco adecuado, y mezcla en él dos partes de un misterioso compuesto extraído de una caña traída de lejanas tierras, y la mezcla con cuatro partes de un compuesto alcaloide, cuyo uso actual se remonta a las llanuras Abisinias. Luego, con destreza tal que hace suponer a quien lo ve que es un gesto natural en él, un Mono disuelve la mezcla con agua caliente.
Después de esto, toma una cuchara de apariencia adecuada para el rito. Se pregunta por un instante si funcionará adecuadamente. La cuchara no es la óptima, pero un Mono sabe que la adecuada se encuentra más allá del horizonte. Se arma de valor, y prosigue.
Respira aliviado al ver que el rito no se ha visto afectado por el uso de materiales poco ortodoxos. Y, con gesto solemne y extático, bebe el oscuro icor, no sin cautela.
Tras estos preparativos, se apresta a pasar a la parte del rito que parece haber sido olvidada por eones, y que en sus investigaciones, él ha logrado redescubrir.
La parte del rito que costó la cordura a gente que parecía ser de espíritu tan fuerte. Ive, Larrere, Lanzarini, Jaja, tantos.
Pero un Mono es distinto. Él está preparado. Sabe a lo que se enfrentará. Sabe que tiene ascendiente sobre aquello, por antiguos favores que le prestó en otra era. Sólo debe lograr que lo recuerde.
Alzando el brazo izquierdo de la manera adecuada, con ademán decidido, nombra a la criatura:
"Pepito".
Silencio.
"¡Pepito! ¡En virtud de los antiguos pactos, yo, Un Mono, te ordeno que te manifiestes!".
Algo resuena, se agita, y tras unos momentos de calma, la criatura se manifiesta. Pero un Mono ha sido astuto. No se puede alejar. Cual Mefistófeles, ha sido ligado.
"Pepito, ¿estás ahí?"

"Siempre lo he estado. Veo que has cambiado, humano"
"No así como tú"

"¡Oh, sí, he cambiado, querido humano! ¡Más fuerte, veloz y diestro! ¡Más grande, incluso! ¡PODEROSO!"
"Yo te veo más o menos igual"

"Que he cambiado, te digo"
"Bueno, ya. *Cof, cof* ¡Oh, cómo has cambiado!"

"Ten respeto, humano"
"Bien, corrijo. ¡Oh, cómo HA cambiado!"

"*Suspiro* Supongo que no me conjuraste para esto"
"Ah, verdad. Te conjuré para que des tus sabios consejos a la FPF. Eras famoso por tu sabiduría"

La criatura accede. Sobrepasado, completamente extenuado por la realización del rito, un Mono cae en trance.
Al abrir los ojos, vuelto en sí, observa una antigua y casi olvidada escritura. Pero conoce ese alfabeto, ¡vaya si lo conoce bien!
Lo traduce con facilidad.
Lo leído por un Mono, el mensaje de la criatura a la FPF, helo aquí, para sus ojos:



"Lave, enjuague, repita".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajaja... yo se donde se encuentra el objeto idoneo...

Un Mono dijo...

Sip, la falta de aquel objeto idóneo complica mucho la realización de esta clase de rituales. Karma, resonancia, feng-shui o maña son razones posibles.
A veces dudo de para qué lado debo revolver para disolver y para qué lado para reaposar.