A lo cyberpunketa
El futuro es ahora. Lo que pasa es que no nos dimos cuenta de cuándo dejó de ser el presente y pasó a ser el futuro.
En estilo cyberpunketa:
Salió del bus sin aguardar a que éste se inclinara por completo para ayudarlo a descender. Eran las 14:36.
Tarde. Por seis minutos.
Sonrió con nostalgia al recordar que de niño usaba un aparato específico para ver la hora. Sólo para eso.
Comprobó que no se le hubiese olvidado su Unidad Pluma, célula portátil capaz de almacenar dos mil millones de unidades de información. Solía olvidar cosas importantes con facilidad. No importaba, para eso tenía sistemas computacionales que podían recordar por él, sin tener que gastar células orgánicas en esos procesos....
Carraspeó un poco. Hacía frío en la metrópoli, y los niveles de MP2.5 estaban muy elevados. Incluso el MP10, lo que hacía que a cierta distancia la luz refractada por este compuesto redujese notoriamente la visión.
Tal vez incluso la maquinaria con sistemas purificadores de destrucción molecular sería prohibida temporalmente dentro de poco.
Si la cosa seguía así, el Estado declararía un estado de precrisis.
Pasó junto a una banda de preadolescentes ataviados de acuerdo a la moda de los últimos meses, como siempre sexualmente precoz, organizada por multinacionales y enfocada a la maximización de ventas en merchandising. Estaban sentados en la escalera del edificio al que se dirigía. Entró.
El guardia era un ex torturador del último régimen militar, dado de baja. Su misión era custodiar los múltiples sensores electrónicos que protegían el acceso al edificio. Se acercó y le preguntó la vía de acceso al centro de Conexión Múltiple, donde trabajaba su amigo Carlos.
“Sexto piso”, respondió el guardia.
Tomó el ascensor.
La oficina del centro de Conexión Múltiple era un núcleo de trabajo que seguía al pie de la letra las filosofías burocráticas vigentes de aprovechamiento de recursos volumétricos. Aséptico, adecuadamente iluminado y fácilmente vigilable por operarios de rango superior.
Buscó un poco entre las unidades de trabajo hasta que encontró a su amigo.
Carlitos estaba sentado utilizando un dispositivo de conexión al sistema de Pulsos, ocupadísimo en lanzar veloces agresiones a lejanos y desprevenidos hogares objetivo. El desgaste tanto físico como moral de su labor lo obligaba a consumir drogas de diseño, algunas declaradas ilegales hace tiempo por el estado pero cuyo consumo, claro, no había disminuído con esa medida.
Carlitos pulsó la consola de control, haciendo uso de sus segundos de descanso, y lo saludó amablemente.
“¿Realizaste el trabajo?”, preguntó de inmediato.
Lo miró sonriendo un momento. Había sido un trabajo simple, cualquier pirata virtual novato podía haber conseguido ese código de Ruptura. Pese a las medidas de seguridad de la multinacional.
“Te traje mi propia Unidad Pluma. Tuve problemas con mi ordenador”.
“Gracias. Oye, ando vendiendo anteojos”
“¿En serio? A ver”.
Lentes selectivos de longitud de onda. Interesante. Dudó un rato y luego le compró uno.
A la salida decidió comprar un periódico. Todos habían sido comprados por las mismas dos empresas, propiedad de corporaciones de ultraderecha. Incluso los diarios de izquierda.
De todas maneras compró uno. Para no aburrirse en el tren.
Y en estilo simple:
Salió del bus en cuanto se detuvo. Eran pasadas las dos y media, y eso ya era un poco ajustado.
Sonrió con nostalgia al recordar que de niño usaba un reloj de pulsera para ver la hora. Ahora usaba el celular para todo.
Comprobó que no se le hubiese olvidado el Pendrive de dos Gigas. Siempre le sucedía, por eso tenía recordatorios en todas partes: en el mail, en Facebook, en su Escritorio....
Carraspeó un poco. Estos días fríos sin lluvia hacían que la contaminación se volviese muy desagradable. Al parecer había restricción hasta para los catalíticos. A este paso declararían preemergencia antes del miércoles.
Si hasta los edificios a donde se dirigía parecían verse un poco brumosos.
Pasó junto a un grupo de pendejos medio pokemones que hacían la cimarra sentados en la escalera del edificio, y entró. Le preguntó al guardia que vigilaba la entrada de la tienda cómo llegar al Call Center. “Sexto piso”, respondió el guardia.
Tomó el ascensor.
La oficina del Call Center era igualita a la de Neo en Matrix. Buscó un poco entre los cubículos hasta que encontró a su amigo.
Carlitos estaba sentado hablando con un “manos libres”, haciendo llamadas sin parar. Era buena pega pero, al parecer, un poco cansadora. Al menos eso atestiguaban las dos latas de Red Bull vacías sobre el escritorio y una tira de dipirona.
Carlitos pulsó el botón de pausa para tomarse unos segundos de descanso y lo saludó amablemente.
“¿Me conseguiste lo que te pedí?”, preguntó de inmediato.
El serial number del juego.
“Te lo traje en Pendrive, es que mi copiador de DVD cagó”.
“Gracias. Oye, ando vendiendo lentes”
“¿En serio? A ver”.
Eran unos anteojos oscuros de pasable calidad. Con filtro UV y todo. Dudó un rato y luego le compró uno.
A la salida compró el diario, para no aburrirse en el Metro.